viernes, septiembre 26, 2014

Manifiesto de hastío





Me aburrí de ser cortes, de repartir sonrisas y beneplácitos, de ceder mi asiento y disculparme, estoy hastiado de dar las gracias de sonreír como un inbesil y ser educado.
Me canse de la orbe, del grupo, de un dios llamado alcohol, lamer las medias de algún jefe, mentir, tener que decir la verdad o simplemente inventarme historias para no volverme loco. Por que nadie mira mi rostro cuando sedo mi sosiego y me entrego a la incomodidad para ser llamado gente, porque de mi se alimenta el ego del mas fuerte sublevado por la fortuna su parecer erróneo alimenta nuestra sumisión haciéndola doctrina para adoptarla y seguirla como mandato divino, olvidando la naturaleza de su horror, de su inquisidor mandato violentita dictadora y corrupta esencia.
Estoy arto que me perdonen cada vez que intento probar la libertad, como si ser honesto y curioso fuera pecado, de esconderme en la masa y ser el publico de mi propia estupidez; Acelerarme la dicha inventándome la felicidad en un mundo apurado y veloz sin tiempo de rendirse culto y amar, y sumergidos en el ritmo venerado y estridente de la noche hambrienta de bohemia, sudor y significado, buscar desesperados el amor en el aliento etílico de cualquier perra o princesa desencantada prófuga de su cuento diario y rutinario, De visitar moteles donde perdí mi nombre y pase a llamarme orgasmo, en las piernas siempre generosas de chicas carentes de toda inocencia, maestras en el arte de placer y el adiós. Pagar la pensión alimenticia de óvulos abandonados y corruptos sin ningún sentimiento, ser el verdugo y juez de todos mis actos en el tribunal de la conciencia, hacer cola para que otros ganen dinero mientras yo parcho mis necesidades.
Estoy colmado de que me usen como un numero, de asistir a misa los domingos y escuchar al poeta de sotana argumentando con mentiras llenas de supuestas buenas intenciones mientras da el sermón amparado en la ignorancia, nutriendo de mi enfermo bolsillo sus arcas y el altar de cristal y oro donde descansa cómoda y bien alimentada toda su compasión y misericordia, sostenida por la desesperación de la fe, mientras Belcebú decora sus iglesias. De sacarme las sandalias con las que cultive la pequeñez de mi patio y ponerme los zapatos de cuero cosidos a mano con los que castigue y robe a mi vecino, de suicidarme cada fin de mes en las puertas de algún banco, que me embarguen la muerte y despertar como obrero en un panal de psicópatas diabéticos.
Estoy afligido, descontento, humillado por el dueño de los juguetes, de la plaza, de mi respiración, necesito de un baño para defecar mi decencia, orinar en los textos escolares, articular al maniquí de la justicia y violarla en reiteradas ocasiones, por que no hay derecho ni ley en un mundo de hipócritas ladrones donde la mentira se colegia de verdad en la universidad de la bajeza, ¿Qué derecho tiene el hombre para autoproclamarse humano?