viernes, septiembre 26, 2014

Obsesión




Me suplico que no pensara en ella , que le olvidara , que la diluyera en mis futuros momentos como parte del paisaje, que no rozara su nombre en momentos de locura y menos en momentos de ocio, que por favor no la soñara ni caminara dormido por entre sus constelaciones lejanas , que la borrara de mis mapas estelares con una mancha de vino, que abortara de mis manos las ansias de tocarla , que me perdiera y vapuleara de mis tormentos sus rocíos, lo nunca echo , lo que se había perdido. Juro que lo intente, deje de masturbarme asiduamente en los cuerpos de primas y amigas mirando su foto, de comprar rozas por las noches para adornar su indiferencia, de hacer ejercicio y lavarme los dientes, deje de sonreír, de caminar por la ciudad, de bañarme en su mirada como animal ansioso, de embriagarme por las noches con cachaza y drambuí y despertar ahogado en su abundancia. Destruí cada rastro, huella u objeto que le diera forma, queme sus manuscritos, dibujos y retratos en las calderas de mi infierno personal aprovechando de broncear mi corazón con aceite de puerco. Me olvide de percibirla en la montaña, en el sudor de su inocencia, en la escolar coqueta y agitada. Me negué a necesitarla olvidándome del tiempo, haciendo de los siglos un mero tramite, pintando en mis pupilas los lienzos del karma, pagando de vez en cuando por lo que antiguamente eran sus necesidades y me deje querer por quien soportara mi conciencia y malos modales, jamás escatime en recursos para lograrlo, pero pese a mi esfuerzo y después de intentarlo todo, fracase y no pude hacerlo. Como poder olvidar ese maldito aroma a niña que no me deja envejecer en paz, ese cuerpo tirado bajo su cuello como escultura espontánea que me ata y somete a desearla de manera constante, como olvidar sus sucias obsesiones, sus desviaciones siempre divertidas, en especial “el espejo mirón” y “el diluvio rosado”, sus posiciones de gimnasta olímpica (la gatita komanechi y el carrito hindú), la osadía a la hora de inventar, sus incursiones orales a mis dotes que me dejaban seco y tembloroso luego de succionarme el alma. Como borrar de mi memoria sus pétreos pechos en posición constante hacia mi boca y sus caderas imantadas a mis manos, su carita de viuda caliente y su mirada de monja atrevida, sus palabras, su inteligencia (creo que fui el primero en hacerle el amor a su cerebro), sus modales de princesa sus instintos de puta. Me fue imposible, estoy infectado de ella, llevo el luto de su presencia, de su distancia, e vuelto a comer sirenas y a casar dragones , pero jamás e vuelto a amar. Ya que no puedo sacarla de mi alma ni estar con ella e decidido fabricármela y me e comprado dos kilos de ubre, un par de perniles y un choro malton, la cabeza la tome de una muñeca pepona preciosa y antigua que era de mi hermana, algo de ropa, un peine (le gustaba que le cepillara el pelo), y un par de pizzas por si me da hambre, con lo que falte creo que improvisare, pero debo confesar que después de muchos intentos no he tenido resultados y no e podido hacer que se le parezca, carece de nombre , de altitud de su sombra incandescente y perfumada, de la locura explosiva de su alma. Creo que me resignare a mirarla de lejos, a entibiar su lejanía en las mañanas a guardar sus desperdicios en mis rincones e imaginar que son parte de un tesoro, creo que decidiré volverme viejo, tal vez así no me moleste de madrugada, cuando me despierten los Ángeles curiosos y me sorprendan anhelando su mirada, en una cama muerta y vacía que mas bien parece nicho.