viernes, septiembre 26, 2014

ETERNO RETORNO




“Va tejiendo en el alma
La tenue melancolía su finísima red
Y el sordo rumor de los recuerdos
oscurece el espacio.

Surge del infinito la renovada certeza
Del eterno devenir,
Impregnando lentamente cada fibra
De helada niebla.

Todo es muerte, termino, final…
Caen las hojas, resignadas, dolorosas
Ante su inmensa fragilidad,
Retorcidas por el clamor estridente
Del ser que lucha
Por eludir lo inevitable.

El alma gira y gira
Dentro del negro espacio,
Concibiendo el vago anhelo de si misma:
La chispa crea, la tibia llama crece y crece
Crepitante y mágica.
Las brumas ceden a su calor.

En el silencio de las blancas cumbres,
Florece el ígneo lirio del eterno amor”.


ESPIRITU INFINITO


Los acordes de antiguas ilusiones se clavaron como antaño en mis raíces
Mis nervios se hundieron en mis huesos gratificando el dolor de la distancia
El dulce y extraño dolor anhelado, soportado solo por los extraños caminos del amor
Donde los días sucumben a la pobreza de nuestra condición de mortales.


Crepitan altivos los cantos de sirenas que acunan al rebelde espíritu infinito
La calma no es obstáculo para el tiempo, tampoco la sombra que precede al amanecer,
El zumbido estremecedor del recuerdo no doblega la ilusión eterna
de envolver entre tus brazos la pasión de los misterios de la vida, acunada por los rayos de un sol negro.

Los castillos hiperbóreos siguen anhelando visita, los mausoleos están llenos,
Detrás de los vientos del noroeste está el hogar de los que caminan solos
Las huellas solo son cobijadas por las sendas del destino
Que como letras rebeldes corren tras las oraciones del alma.


El ser, el gran y profundo ser, duerme encadenado bajo la carne cándida de nuestros instintos
La juventud explota en el rostro del anciano, naturaleza latiendo en los confines de lo absoluto, aliento de semilla fértil que se hace viento
Aromas melancólicos, vestigio incólume de una era que brilla en el murmullo silente del presentimiento
Estoy en la madriguera de los inmortales, en el lugar en que todos claman por sueño.

La innombrable


Estás curtida por el deber,
por la calma de la prudencia y los desvelos…


Camino al cementerio, por la carretera de los que huyen (la que construyeron hace más o menos uno o dos fracasos), sobre el asfalto húmedo de abandono y parajes ácidos y amargos, me encontraba haciendo un tour para veteranos sicóticos. El bus era cómodo, pero llamaba la atención lo acolchado del suelo y los barrotes en las ventanas, salvo aquellos detalles, las inyecciones no dolían y el desayuno era exquisito. Las ventanas, como televisores gigantes, proyectaban ante mis ojos paisajes solitarios, perros, vagabundos, familias sobrevivientes, humanidades mecanizadas marchando hacia el horizonte, camino del abismo con paso de naturaleza muerta. El olor a bosque en cada rincón conmovía mi anciana memoria y los colores del arcoiris ausente iluminaban mis recuerdos con intenso aroma a mujer, montaña y agua de vida. Su rostro, olvidado entre tanto muslo, se apoderó del atardecer y de la noche como fantasma penitente, castigo o presagio. Sentí sus manos sobre mi espalda; mi piel, huérfana desde entonces, no encontró más remedio que huir.
Mientras mi boca, con antiguo afán bebía su presencia con frenesí ladrón, llegó la hora de “valium”. Me bajé los pantalones como de costumbre, ya estaba habituado al mismo ritual y me dispuse a colocar el preservativo. La auxiliar no era muy bonita, pero cobraba barato. Se notaba que le gustaba su oficio y mientras gritaba como soprano, yo le tomaba el tiempo a mi siguiente hazaña.
Ciertamente, ya más calmado, mi espíritu seguía abrumado por su imagen, el aroma de la innombrable corroía todas mis defensas, su imagen, aún más nítida, parecía alimentarse de mis emociones y de vestigios de un amor que ya creía muerto. Ahogado por su presencia el viaje me empezó a incomodar, la calefacción era sofocante, el baño estaba sin agua y Satanás, borracho, roncaba como oso.
Decidido a bajar, me lancé por la ventana. Mi cabeza azotó el pavimento como un martillo, fue entonces que mis oídos percibieron el canto lejano y desgastado de una madre arrullando a su hijo, como si de golpe me hubiera devuelto los sentidos y el alma. Casi hipnotizado empecé a caminar por la montaña virgen, ella a su vez se dejaba habitar bajo el amparo de espinas que adornaban la sombra de algún dios ausente. Sus piedras multicolores coqueteaban con mis pasos mientras la luna promiscua me contaba sus secretos.
Caminé siglos hacia mi destino, hasta creo haber muerto un par de veces en las garras de algún lobo hambriento o junto a la botella vacía de un mal ron. Lo cierto es que estaba cansado y necesitaba reposar un instante para continuar mi camino, entonces me tendí bajo un manzano de tronco amarillo, cuervos vestidos de ángeles copulaban con rosas silvestres, mientras estrellas quietas observaban curiosas y adolescentes. Fue entonces que te divisé, arriba de la colina, colgando el mantel de tu arrogancia. Los colores se diluían en tus labios como peces de arena en océanos de llanto. Tus brazos cargaban al duende de las preguntas, a tu más grande amor encarnado. Tus ojos, en cambio, estaban opacos, desgastados. Tus pechos, totalmente secos de hombre y de pecado, se sujetaban a tu cuerpo de adolescente añeja como caracoles hambrientos. Lo primero que pensé al verte fue abrazarte y devorarte. El primero en correr hacia ti fue mi corazón, que escapó por mi boca a tu encuentro, luego, mi mente y el resto de mi cuerpo. Cuando llegué completo a tu lado, me miraste, fría. Mi nombre corrió por tu garganta como maleficio añorado y el sonido gutural se hizo eco, poblando cada rincón de tus recuerdos. Estabas tan hermosa como siempre, aunque inexpresiva. Tus ojos denotaban un atisbo de brillante luz, coraje e insanía. Besaste mi rostro por primera vez en muchos labios y la humedad de tu aliento germinó el rubor en mi mejilla.
Tu cuerpo menudo había cambiado, te habías convertido en toda una mujer, aunque tus manos seguían oliendo a frutillas y en tus bolsillos aún rondaban las calugas. Tus dominios estaban desérticos, como si vampiros vegetarianos hubiesen devorado tus jardines, los colores desteñidos aún conservaban su esencia. Nunca me había fijado que el recuerdo y el olvido son prófugos del tiempo y, su forma siempre difusa, los une en comunión hasta la muerte.
Me invitaste a conocer tu casa, que quedaba junto al río de los secretos. Bajamos por el sendero más oscuro, en silencio, para tocarnos sin darnos cuenta y así reconocernos o quizás, despedirnos (nunca lo pudimos hacer). Antes de llegar, te besé con otro nombre, pareció no importarte. Tu lengua dulce tenía el mismo sabor de la miel que me dabas cuando me amabas, convertida en abeja afiebrada escondida entre mis panales.
Cuando por fin entré a tu casa vi a tu padre jugando al ajedrez con la justicia, estaba más flaco y más cansado; tu madre esperaba la carroza contando sus arrugas; la gorda de tu hermana se afeitaba el bigote convertida ahora en hermano y compartía la pieza con la perra; extraña familia tenías aún en tu más extraño mundo. Me aferré a cada detalle, de cada libro y de cada cuadro o rincón en el cual pudiese esconderme o habitar, volverme el polizón de tu rutina y de toda tu intimidad profundamente ajena.
Una vez en tu cuarto, la foto en la pared parecía castigarte como enrostrándote la falta de inocencia, los muros convertidos en frontera detenían tu escape, la vida. Me senté en tu cama, acostumbrada a otros menesteres. Todavía se podían observar las manchas de nuestros encuentros, de nuestras cruentas batallas, donde desnudos le dábamos sentido a nuestro mundo. Ya no chirriaban sus resortes, aparentemente se habían acostumbrado a temblar en silencio (siempre he sostenido que la experiencia hasta a una cama le enseña). Dentro de toda esta entropía visual, tu hijo lo iluminaba todo, como estrella en un campo de sombras. Fue entonces cuando un acorde rompió el silencio, con un susurro suave y meloso cortando el aliento agitado de nuestras bocas. Soñé que te raptaba y te llevaba lejos, a mundos desconocidos en permanente vendimia; soñé en convertirte en prostituta y venerarte, siendo el único cliente de tus burdeles eclesiásticos, amarte sin tapujos ni miedos, sin rencores ni dolor, caer preso entre tus piernas, inmóvil, y disfrutar mi condena húmeda, floreciendo fundido en tu carne de princesa triste, anegando todos y cada uno de tus pudores, esculpir mi nombre en tu vientre, como maldición bendita y hundirme para siempre en tus torrentes sagrados y adictivos.
Esbozaste una sonrisa, como si me pudieras escuchar, la primera en muchas muecas. Me hablaste de las guerras, de cómo el árbol azul asesinaba al lago plateado por un poco de agua y de arcángeles hambrientos que devoraban mariposas. Me contaste de lo verde que era la sangre de la libertad mutilada y de lo cruel que era el tiempo con el amor en el campo de batalla. Me miraste como un témpano y confesaste haber perdido un trozo de alma, mostrándome la cicatriz invisible que tenías bajo el ombligo, me dejaste perplejo, absorto en tus visiones. Descubrí entonces que agonizabas, que te habías vuelto mortal. Ya no podías volar ni danzar con las nubes sobre el viento, tu vos era tranquila, tu existencia tan simple y doméstica que comprendí que ya no te conocía, que te suplantabas a ti misma, renegando de cualquier santo que varara en tus orillas, eras sólo el espectro aún imponente y precioso de todo aquello que alguna vez había amado, de todos mis temblores hoy en siesta. Quién sabe que nombre tenía el limbo en que vivías o en qué lugar del abandono estaba la nación que te acogía, pero bastó un vestigio de la que había perdido y tu mano sobre la mía para darme cuenta de que no me amabas y de que yo era incapaz de detener el cielo de tus confundidos pasos, la antesala de tu muerte.
Me despedí de tu familia, algo melancólico a pesar de que nunca me habían caído muy bien, a excepción del borracho de tu padre al que sí consideraba un buen amigo. Me invitaste a salir, como expulsándome suavemente. Antes de que pronunciáramos el adiós, camino a la puerta de salida, me dijiste que te olvidar, que eras feliz, que lo pasado era pasado y, que para ti, había sido un tiempo loco, que no lo habías pasado muy bien, que el amor no tiene rostro y que yo sólo era un componente básico de una receta compleja, de una pasión sin dueño que habías perdido, que sexualmente era muy bueno, pero no muy superior a tus manos. No sé, pero me dio la impresión de que no querías dañarme, no querías melancolía en mis últimas palabras. Me mordí la lengua, estaba triste pero entero. Creo que te violé mientras estabas distraída o quizás, fingías estarlo. Te escupí uno a uno los besos que te anhelaban, te abracé con un cariño que sólo por ti he sentido y me esfumé como espejismo mágico, ya estaba acostumbrado, son los trucos que le aprendes a la vida.
Mientras me alejaba te escuché cantar, tu voz era de niña, los acordes de piedra. Alcancé a ver como el tiempo te desvestía, de cómo era deshojada por la muerte.

(Toro Cavarán)

Obsesión




Me suplico que no pensara en ella , que le olvidara , que la diluyera en mis futuros momentos como parte del paisaje, que no rozara su nombre en momentos de locura y menos en momentos de ocio, que por favor no la soñara ni caminara dormido por entre sus constelaciones lejanas , que la borrara de mis mapas estelares con una mancha de vino, que abortara de mis manos las ansias de tocarla , que me perdiera y vapuleara de mis tormentos sus rocíos, lo nunca echo , lo que se había perdido. Juro que lo intente, deje de masturbarme asiduamente en los cuerpos de primas y amigas mirando su foto, de comprar rozas por las noches para adornar su indiferencia, de hacer ejercicio y lavarme los dientes, deje de sonreír, de caminar por la ciudad, de bañarme en su mirada como animal ansioso, de embriagarme por las noches con cachaza y drambuí y despertar ahogado en su abundancia. Destruí cada rastro, huella u objeto que le diera forma, queme sus manuscritos, dibujos y retratos en las calderas de mi infierno personal aprovechando de broncear mi corazón con aceite de puerco. Me olvide de percibirla en la montaña, en el sudor de su inocencia, en la escolar coqueta y agitada. Me negué a necesitarla olvidándome del tiempo, haciendo de los siglos un mero tramite, pintando en mis pupilas los lienzos del karma, pagando de vez en cuando por lo que antiguamente eran sus necesidades y me deje querer por quien soportara mi conciencia y malos modales, jamás escatime en recursos para lograrlo, pero pese a mi esfuerzo y después de intentarlo todo, fracase y no pude hacerlo. Como poder olvidar ese maldito aroma a niña que no me deja envejecer en paz, ese cuerpo tirado bajo su cuello como escultura espontánea que me ata y somete a desearla de manera constante, como olvidar sus sucias obsesiones, sus desviaciones siempre divertidas, en especial “el espejo mirón” y “el diluvio rosado”, sus posiciones de gimnasta olímpica (la gatita komanechi y el carrito hindú), la osadía a la hora de inventar, sus incursiones orales a mis dotes que me dejaban seco y tembloroso luego de succionarme el alma. Como borrar de mi memoria sus pétreos pechos en posición constante hacia mi boca y sus caderas imantadas a mis manos, su carita de viuda caliente y su mirada de monja atrevida, sus palabras, su inteligencia (creo que fui el primero en hacerle el amor a su cerebro), sus modales de princesa sus instintos de puta. Me fue imposible, estoy infectado de ella, llevo el luto de su presencia, de su distancia, e vuelto a comer sirenas y a casar dragones , pero jamás e vuelto a amar. Ya que no puedo sacarla de mi alma ni estar con ella e decidido fabricármela y me e comprado dos kilos de ubre, un par de perniles y un choro malton, la cabeza la tome de una muñeca pepona preciosa y antigua que era de mi hermana, algo de ropa, un peine (le gustaba que le cepillara el pelo), y un par de pizzas por si me da hambre, con lo que falte creo que improvisare, pero debo confesar que después de muchos intentos no he tenido resultados y no e podido hacer que se le parezca, carece de nombre , de altitud de su sombra incandescente y perfumada, de la locura explosiva de su alma. Creo que me resignare a mirarla de lejos, a entibiar su lejanía en las mañanas a guardar sus desperdicios en mis rincones e imaginar que son parte de un tesoro, creo que decidiré volverme viejo, tal vez así no me moleste de madrugada, cuando me despierten los Ángeles curiosos y me sorprendan anhelando su mirada, en una cama muerta y vacía que mas bien parece nicho.

Virgen del dolor


Te conocí orinando en cuclillas con la vulva rosada de fiebre y el ano con tercianas, tu clítoris como péndulo de grasa se sobaba húmedo sobre ortigas sin prejuicios y cicuta mal oliente.
Fue prudente el paso de tus ojos sobre mi, me estudiaste reservada casi con ausencia, como quien tantea al enemigo empuñando la metralla, jamás habías perdido una guerra, tenias bien ganadas las medallas y estrellas que colgaban de tus pezones partidos como estrías baboseadas con olor a tabaco del fuerte.
Tenias mas menos diez y siete años, tu vagina como cuarenta, tu cuerpo era todo flaco, tus piernas largas y de rostro pálido y blanco como un difunto (tal vez lo eras) usabas el cabello extremadamente corto, como monja diabólica tomando sus votos. Lo cierto es que expirabas violencia y eso de alguna manera me gustaba, la fiesta estaba en su apogeo, mis amigos bailaban embobados con las rameras de tus amigas, ellas solo pensaban en el dinero que tenían que juntar para pagar el siguiente aborto. Coqueteaste con todos, hasta con el mas torpe, creo que le tenias cariño porque te sentías reflejada, si asta creo que alcanzó a robarte un poco de fluido antes de morir envenenado; en el baño el mas borracho violaba una gallina mientras el perro coker aterrado se protegía con la cola.
Nos fuimos al patio para escapar un rato de la diversión y así poder mentirnos mutuamente, mientras conversábamos todo lo que había a tu alrededor se marchitaba.
Eras sucia y sin ninguna duda te gustaba el dolor, es la impresión que quedaba por la manera en que te movías y comunicabas, acechando como animal molesto que te dieran caza y te mordieran el cuello. Te gustaba exhibir tu esquelético cuerpo en espera de desarrollarlo en algún motel o subastarlo a quien pagara la ultima copa, tu agresividad desafiante hacia que se acercaran a tu lado solo los campeones y las bestias mas bravas y furiosas, extremadamente simpática manejabas el sarcasmo con maestría. Te ignore, te deje ardiendo y borracha sin aplausos ni publico dándote la oportunidad de salvarte, de escapar, afuera el mar azotaba la arena extasiado por la luna llena (mi luna), el aroma de esa noche era de crimen y pecado, el sonido de las aves el ruido lejano de la juventud divirtiéndose, los gatos deambulando salvajes, todo hacia de esa noche el escenario perfecto para darte a beber hasta la ultima gota de mis venenos.
Furiosa y extasiada exigiste atención, tribuna, el show estaba por comenzar te volviste hacia mi tirándome la cerveza tibia que tenias en tu mano, no me inmute y creo que fue lo que te ofendió, entonces comenzó tu acto y te erguiste comenzando a desnudarte rápido, como arrancándote la ropa, tu cuerpo anoréxico totalmente pelado se dejo caer sin previo aviso sobre mi y sin pensarlo, totalmente condenada, hundiste sola el puñal que te lo quitaría todo. Te movías lento, mesurada, parecía lastimarte el tamaño de mi pene (15.645 orgasmos de talento) pero sin duda alguna lo estabas disfrutando, yo como un pachá te dejaba hacer el trabajo, me limitaba solo a afirmar tus caderas y morder tus pezones con las negras intenciones de desintegrarte; comenzaste a gemir como pidiendo piedad mientras acelerabas el ritmo, el momento sin duda se acercaba, el mar rugía mientras las gaviotas caían agotadas, todos los designios en ese momento se marcaron en tu frente y entonces sin previo aviso vertí dentro de tu vientre una marea de extraña furia, el impacto ardiente de mi lava estremeció tus carnes como un espasmo, asustada intentaste huir pero tus temblores no te lo permitieron, en ese momento como profeta nocturno y bohemio supe que nunca volverías a ser la misma, me había apoderado de todo tu cuerpo, de todo tu ser, en solo un tiempo empezarías a engordar, a crecer tus enanos senos, a surcarte por las marcas del pecado (así lo creí entonces) adiós a tu petulancia a tu voracidad, serias la vaca obesa perfecta para mi heredero.
A medida que los meses pasaban, tu rostro si empezó a cambiar, se volvió dócil, manso, inocente (fue lo que me enterneció), tus besos dejaron de saber a genitales y semen y tornaron dulces y florales, tus ojos buscaban cariño (cariño que secretamente también me faltaba), tu vientre también.
Nunca pensé llegar a quererte pero la extraña sensación de la luz que en ti crecía hizo que mi corazón se llenara de paz y cariño, el mismo músculo sonoro que antiguamente musicalizaba solo venganza.
Empecé a amarte una noche de primavera, tenias tres meses de gestación, solíamos divertirnos atravesando las fronteras de cualquier ley prohibida o comportamiento inmaculadamente correcto, lo que antes veía como horrible me empezó a parecer majestuoso, tus pechos, tu entorno, tu clima era la manifestación para mi desconocida de la magia de un mal afamado amor.
Nos alimentamos mutuamente de sueños y azúcar adictos el uno al otro, vendí mis puñales y espadas y te compre estrellas gigantes para adornar tus cielos mientras le confiaba mis manos a tus misterios y me llenabas el crimen de inocencia.
Cuando nació mi niño, o aquel que vendría a salvarnos(o intentaría de todo para lograrlo) entremedio de tus piernas bañado de sangre y grasa, las estrías de mi mirada desaparecieron ante la tersura de su sola precensia, lamí el sudor de tu rostro buscando beber tu valentía (si que fuiste valiente) y refrescar tu esfuerzo, te olfatee entera, impactado por los perfumes de tu piel, eras la mismísima primavera en toda su grandeza que anegaba de belleza y gloria todo lo que nos rodeaba, mientras nuestro hijo se sujetaba a tu pecho temeroso del mundo e indefenso.
No se que paso, cual fue el motivo que te robo el espíritu en un momento inconciente, la naturaleza es mas fuerte y a ti te gustaba la sal, pero después del encanto de haber parido un trozo de magia, tus ojos se opacaron como si hubieras abortado toda tu esperanza y paz, tus senos se secaron de leche de forma inmediata, te volvieron a poseer los instintos, el canibalismo voraz de la inconciencia , la ignorancia de tu narcisismo enfermo, y cual loba en celo volviste a cazar castigo y masoquismo para justificar tus endemoniados pasos de veneno juguetón.
Quien nació de ti lloro madrugadas enteras sobre el rastro de tu ausencia o en ocasiones arrullado en tus brazos incapaces de darle seguridad a un muñeco o afecto a tus mascotas, mientras fría e indiferente soñabas agitada con pieles donde poder huir y seguir descomponiéndote.
Volviste a lo tuyo, nunca te lo reproche, a reinar en las partusas frenéticas con abundancia de alcohol, drogas y rock and roll, te cambiaste el nombre, afeitaste tus piernas, hiciste ejercicio y mandaste de viaje a tu conciencia (dicen que la acecinaste, se que es mentira ya que nunca la tuviste), usando mi nombre cuando sentías miedo para que no te partieran la cara.
Te fuiste una mañana de invierno, tras de ti se fueron las nubes y la tormenta, los dolores, la furia y el rencor, quede deslizándome en el tiempo con mi pedazo de universo, supongo que pensaste que te quedabas con la libertad y cada cual siguió el camino que se merecía, me hice un pobre feliz y tu una acomodad serpiente, si bien nos topamos de vez en cuando en alguna exposición de dementes o en ciertos manicomios nunca te atreviste a volver a acecharme, sabias que mi sangre era mucho mas peligrosa que tu lengua y por lo demás no había motivos de despertar a los mañosos y malignos demonios que dormían junto a las puertas que tenias prohibido cruzar, en alguna ocasión creo que pusiste tus caderas desnudas al alcance de mis manos para comprobar quizás si poseías el mismo magnetismo oloroso de tus tiempos de apogeo, seguramente ciega de las huellas que va dejando el tiempo, intentando tapar con chanel tu fragancia a cadáver perpetuo.
No te culpo por haber nacido bestia con el corazón en los glúteos, ni tampoco el que hallas despedazado cada caricia que pintaba para futuros recuerdos (no hacia falta manchar los libros del cielo), como todo, como cada paso o vivencia en la cual creemos, cada abrazo o rincón donde nos arrullamos pensando que será eterno y sin embargo son solo espejismos de nuestras propias ilusiones , anhelos y sueños que intentan reposar en aquella o aquel que siempre moldeamos o idealizamos con una desesperación tranquila e inocente, con una fe ciega totalmente melosa e infantil que se termina conformando frente a la espera, y hace de nuestra vida una existencia dulce y melancólicamente grata.
No te culpo por haber herido de muerte mi confianza en tu raza (me lo dejaste de herencia), mi alegría sin miedos ni caries, de haber arrasado con los que alguna vez fueron mis amigos y ahora pedazos de carne podrida, no te guardo rencor por haber castigado y abandonado a aquel que solo quería afecto y un aliento generoso que entibiara su cuerpo y donde poder dormir, ya crecerá y lo mas probable es que ni se acuerde o te perdone(es la magia de los niños), no te odio pues para serte sincero solo eres una mujer de pechos pequeños que como hollejos de uva, están totalmente exprimidos de dulzura y significado humano y solo sirven para los marranos que crías y engordas en tus sofisticados y ordinarios chiqueros que te sirven para comprar maquillaje y mentiras y poder engañar a los espejos que le temen a las muecas que de vez en cuando te desfiguran, habitualmente después de venderte o profesar alguna injuria que te enaltezca, y que solo en las noches con ausencia de luz logran reflejar la imagen de los huesos que tienes en vez de alma.
Es cierto que alguna vez intente quererte, también es cierto que quizás lo hice, que las visiones desesperadas de tus ojos me hicieron habitar un tiempo en infiernos bastante gratos donde renegué del que me a dejado huérfano mas no solo, que me volví tan malo como tu crimen, pero nunca a diferencia de ti me me ensañe con un inocente ni me bebí el río al lado del sediento, lo que me hace imaginar lo triste que será cuando el reloj te abrace y tu senil faz sea devorada por el abandono y el olvido.

Vivir contra Dios




Los que rechazan a Dios con vitalidad no demuestran falta de fe, sino coraje y una espléndida salud espiritual.
Los temperamentos fuertes, los violentos de espíritu, jamás aceptaran una creencia, una idea ajena siquiera, sin librar una batalla con todas sus fuerzas. Y es precisamente a lo infinito, a lo absoluto, en que los rebeldes han pagado el precio más caro, y han sufrido la peor condena.
Cuando se han rechazado todos los caminos conocidos hacia Dios la vida se eleva a la categoría de tragedia, la tragedia mas grande y heroica que un hombre puede vivir: Vivir sin Dios o en combate permanente con el, reprochándole su indiferencia, su trivialidad, su despotismo, pero deseoso de superar ese abismo definitivo y entregarse al goce de lo Divino y a la grandeza de todas las renuncias.

Incapaces de asumir los riesgos y los abismos de cualquier propósito místico, preferimos el combate, la dificultad, la duda y el peor de los escepticismos. Pero se trata de un arma de doble filo, pues en este enfrentamiento el que reaviva a Dios en el corazón y las entrañas, el que lo saca del letargo de las teologías y las religiones institucionalizadas, el que lo hace presente en el mundo.

Por eso aquellos que muestran independencia hacia lo absoluto y viven en verdad en conflicto con lo divino son los que tienen mayor probabilidad de
Hacer surgir una nueva fe en sus vidas. Su predisposición al misterio es tan exagerada, y la viven de una manera tan singular, que sus feroces enfrentamientos, con la divinidad prueban que cada cual debe construir su propio absoluto, a riesgo de negar todos los otros.

Los que pelean contra Dios no viven sin el, si no al lado de el. Ese es el Dios de los Solitarios, El dios de los Santos, el Dios de los poetas.

Los que no tienen iglesia, deben construirse una...

VIVO


VIVO 






Porque me has olvidado, has renegado de mi, cobijada en mejores tiempos, Porque mi rostro desapareció de tu pecho junto a todos los acordes perdidos con los cuales alguna vez vibraste, porque ya no fui, como el aborto de quien nada quiere ,secreto y doloroso, porque disuelto estoy en el tiempo, tu tiempo, mezclado en las calderas de pócimas inconclusas, desechas, fallidas, por que se te olvido mi afecto, mis besos, mi mirada, mi manera de servir el te, de acariciar tu pelo, porque ya nada te contiene ni te enlaza a mis manos, porque no solo me has humillado y traicionado, porque no solo has renegado de mi, con justa razón y sin melodramas,   odiando el minuto en que fuimos, te amo, porque no solo sé que el amor es eterno, porque no solo presiento que estas en lo absoluto, porque estoy seguro que en algún segundo de un tiempo mágico fuimos, porque tengo certeza que no ser lo que ves, lo que fui,  sino lo que he aprendido, no soy lo que debería, soy la consecuencia de mis actos, y la soledad no es más que la calma y quieta recompensa de quien jamás doblego su espíritu, sufrió con honor y jamás, jamás renegó del dolor merecido.


tu perfume es la fibra de la que se compone mi alma”

Manifiesto de hastío





Me aburrí de ser cortes, de repartir sonrisas y beneplácitos, de ceder mi asiento y disculparme, estoy hastiado de dar las gracias de sonreír como un inbesil y ser educado.
Me canse de la orbe, del grupo, de un dios llamado alcohol, lamer las medias de algún jefe, mentir, tener que decir la verdad o simplemente inventarme historias para no volverme loco. Por que nadie mira mi rostro cuando sedo mi sosiego y me entrego a la incomodidad para ser llamado gente, porque de mi se alimenta el ego del mas fuerte sublevado por la fortuna su parecer erróneo alimenta nuestra sumisión haciéndola doctrina para adoptarla y seguirla como mandato divino, olvidando la naturaleza de su horror, de su inquisidor mandato violentita dictadora y corrupta esencia.
Estoy arto que me perdonen cada vez que intento probar la libertad, como si ser honesto y curioso fuera pecado, de esconderme en la masa y ser el publico de mi propia estupidez; Acelerarme la dicha inventándome la felicidad en un mundo apurado y veloz sin tiempo de rendirse culto y amar, y sumergidos en el ritmo venerado y estridente de la noche hambrienta de bohemia, sudor y significado, buscar desesperados el amor en el aliento etílico de cualquier perra o princesa desencantada prófuga de su cuento diario y rutinario, De visitar moteles donde perdí mi nombre y pase a llamarme orgasmo, en las piernas siempre generosas de chicas carentes de toda inocencia, maestras en el arte de placer y el adiós. Pagar la pensión alimenticia de óvulos abandonados y corruptos sin ningún sentimiento, ser el verdugo y juez de todos mis actos en el tribunal de la conciencia, hacer cola para que otros ganen dinero mientras yo parcho mis necesidades.
Estoy colmado de que me usen como un numero, de asistir a misa los domingos y escuchar al poeta de sotana argumentando con mentiras llenas de supuestas buenas intenciones mientras da el sermón amparado en la ignorancia, nutriendo de mi enfermo bolsillo sus arcas y el altar de cristal y oro donde descansa cómoda y bien alimentada toda su compasión y misericordia, sostenida por la desesperación de la fe, mientras Belcebú decora sus iglesias. De sacarme las sandalias con las que cultive la pequeñez de mi patio y ponerme los zapatos de cuero cosidos a mano con los que castigue y robe a mi vecino, de suicidarme cada fin de mes en las puertas de algún banco, que me embarguen la muerte y despertar como obrero en un panal de psicópatas diabéticos.
Estoy afligido, descontento, humillado por el dueño de los juguetes, de la plaza, de mi respiración, necesito de un baño para defecar mi decencia, orinar en los textos escolares, articular al maniquí de la justicia y violarla en reiteradas ocasiones, por que no hay derecho ni ley en un mundo de hipócritas ladrones donde la mentira se colegia de verdad en la universidad de la bajeza, ¿Qué derecho tiene el hombre para autoproclamarse humano?

Silenciosa en el tiempo.


Mil paces para ti, entera y plena con tus pretendientes, humanos o genios. Paz a lo que has hecho de ti para ti: la horquilla de tu pelo rompe mi espada y mi escudo, y el botón de tu camisa porta, en su luz, la contraseña para toda clase de pájaros. Toma mi aliento como si tomaras una guitarra que acceda a tus deseos de viento."

NEGRA


El cielo a retornado al color del origen de mi infancia, la luz desgastada de un sol cansado cubre los prados del infierno que majestuoso y voraz nos tiñe la mirada de visiones y espectros sombríos.
Los muebles, tus muebles ya se volvieron viejos junto a los que no me e comprado y a la diaria plegaria a tus cuadros manchados. Tu fotografía mil veces rota aun me roba los besos que quedaron huérfanos de tu aliento y saliva celeste a menudo fétida a tabaco otras perfumada profundamente de ti.
Guardo en mi memoria cada imagen de aquel tiempo extraño, esta demás decir que en noches de luna llena las visiones descarnadas de las malas, se presentan ante mí como fantasmas sonoros y carnales que no dan descanso, torturándome con la ausencia del perdón (aquel que tu religión no admite) y me hace aullar junto a perros callejeros que tal vez son lobos, quizás demonios, por eternidades infinitas, aquella que solo conocen los penitentes e indigentes, aquellos que lejos de las iglesias desamparados de dios sufren como animales frente a su propia conciencia y sin embargo protegen su nombre en silencio y con tal respeto que ni el hambre ni el destierro doblegan su secreta, constante y curiosa oración.
Jamás te e podido olvidar, aunque sé que mi vida seria más fácil si así lo hiciera, e pintado un retrato tuyo en la habitación de mis recuerdos donde siempre a pesar de toda la tristeza estas sonriendo, me conseguí un frasco vacío de tu perfume favorito (tribut) donde te busco con locura cuando las voces en noches intranquilas me comienzan a hablar, me ampute los dedos con los que te señale de mala manera, me reeduque, evolucione, pague gran parte de mi karma a puro llanto (los hombres cuando lloran son niños), me hice grande al borde de la vejez y ni aun así encontré consuelo, ¿dónde esta la santa humanidad que me as negado? ¿Dónde escondiste tu devoción, tus Ángeles custodios? ¿En que lugar termino por deformarse tu piedad? la inocencia y la risa para mi pesar yo te la quite pero ya estabas triste antes de conocerme, ¿dónde estas? ¿Será que quizás te imaginé? y habitas únicamente en mi constante locura, ¿será que no te llamas Negra y que en mi cráneo realmente no tengo los colmillos de JHAVE clavados como cuernos? recuerdo de viejas y antiguas batallas, donde no quedó rencor, ¿será que la culpa no esta tatuada en mi frente? y camino por la vida tranquilo y en paz y ésta constante opresión en el corazón no es mas que un efecto biológico pasajero. ¡No mi niña! , tu odio le a echo una cuna a mis lamentos santificando mi espíritu con fuego, santo dicen que es el dolor, entonces ¡soy santo mierda!, porque me duele la carencia, los sueños, los que partieron, la resignación y me dueles tu, porque aunque se me gasten las huellas no parare de caminar por espinas y caminos tortuosos porque tengo hambre de cielo, cariño y perdón.

PRINCESA








Aún te busco en las antiguas estaciones, aquellas que desteñidas y perfumadas habitan en los recovecos de la memoria, como paisajes sagrados y místicos, prohibidos al curioso deleite del retorno.